Futuro en los alimentos españoles

infoRETAIL.- El Congreso Madrid Fusión, cita mundial ineludible del sector gastronómico, nos ha dejado un inmejorable sabor de boca; un verdadero regusto de innovación, esfuerzo, creatividad y cuidado por el detalle.

El encuentro, que cumplía con orgullo su 20º aniversario, ha sido la prueba patente de que, a pesar de la pandemia, de las crisis, de los paros del transporte y de cientos de problemas que aquejan al sector primario, los españoles seguimos creando alimentos incomparables que nuestros cocineros saben transformar en verdaderas delicias.

Las verduras y frutas andaluzas, valencianas y murcianas, los vinos, aceites y quesos de toda España, las legumbres castellanas y leonesas, el buen lechazo, los embutidos caseros, la carne de cerdo, el jamón ibérico, los mariscos y el pescado de nuestros mares son sencillamente insuperables, y la alta cocina española se luce, y a base de bien, con semejante género.

La pastelería, nuevo objetivo
Por primera vez en su historia el congreso se volcó con la panadería y la pastelería, dedicando para ello una sección especial, Madrid Fusión Pastry, con escenario y programa propios. El presidente de Madrid Fusión, José Carlos Capel, reconoció en la ceremonia de inauguración que “tenemos pocos reposteros, pero muy buenos” y que era necesario apoyarlos para aumentar su número. 

El objetivo es claro: los pasteleros españoles deben trabajar duro para conseguir que el postre sea el auténtico clímax del restaurante de lujo, y no una frecuente decepción.

La organización puso todo su empeño en conseguir los mejores ingredientes para la sección Madrid Fusión Pastry. Destacaron sin duda los huevos camperos gallegos de Pazo de Vilane, granja pionera en España en este tipo de producción desde 1996 y con auténtica “obsesión” por los máximos cuidados y el bienestar animal de sus gallinas de pastoreo.

Y es que, como muchos de los pasteleros presentes recalcaron, los alimentos de verdadera calidad se distinguen por atributos muy reconocibles: sabor extraordinario, textura densa y agradable, olor natural, trazabilidad en la crianza, ausencia de aditivos, de conservantes o de otros elementos químicos que puedan disfrazar o desnaturalizar el producto…  

Afortunadamente, en España contamos con una industria alimentaria gourmet potente, innovadora y pujante que nos surte de estos buenos alimentos bien producidos; y levantada, por cierto, a costa de trabajo, esfuerzo y formación. La calidad, ese manoseado concepto al que todo el mundo recurre y casi nadie define, es la nota habitual de los alimentos españoles y de la pléyade de cocineros surgidos en las últimas décadas.

Calidad por los cuatro costados. Por sabor, textura y origen sostenible; por la creatividad -un valor muy nuestro- y por la técnica que llevan implícitas; por su diversidad (¡no hay comunidad autónoma que no aporte productos maravillosos!) y por las ganas de mejorar y de hacer bien las cosas que uno se encuentra donde quiera que fije la vista.

Pero que nadie se engañe ni caiga en autocomplacencias. Esta industria alimentaria de la que deberíamos sentirnos orgullosos necesita apoyo por parte de la distribución y del cliente. Producir con calidad cuesta… y mucho: más recursos económicos, muchas más horas y de mayor cualificación. El precio más elevado no hace sino reflejar el trabajo y esfuerzo que hay detrás.

Por eso, tanto la distribución como los clientes finales deberíamos apoyar estos buenos productos eligiéndolos en el lineal. Por salud y por valor cultural, social y económico para el país.